martes

"Carambola"...

Quizá fue que se me acabó mi repertorio de canciones tristes, que escurrí hasta la última de las gotas que quedaban dentro de este incómodo corazón y me agoté de tanto velo entre puñales y tanta puñalada para verlo.
Quizá fue que he aprendido a recordar como en aquellos libros de cuando éramos pequeños, y mi mente viaja ahora por paisajes algo más alegres que las lanzas, la batalla y el infierno.
Quizá dejé enterrado el lacrimal en Masai Mara con algunos versos. Lo dejé perdido en un amanecer. O se lo llevo el viento.
Y es que el truco, la carambola final, no era desterrarte de este corazón, ni convertirte en lluvia, pasado, o fotograma ajado en un cristal que no pudiera ver cuando me hicieras falta aquí a lo lejos.
Era tan fácil elegir que me perdí entre abismos y cuadernos, y me olvidé de ti. De los por qués y los misterios. Y se quedó marcada en la memoria cada imagen de tu llanto a fuego, cada fracción de tu dolor, cada partícula del mío a juego.
Así olvidé que fuiste todo aquello que yo fui. Y de esta taza de café. Y de tu letra en libros y cuadernos. Y de aquella vez que comprendí que nada, nunca, sería capaz de hacerme sonreir del mismo modo que cuando tu cuerpo se quebraba de la risa sobre mí mientras te hablaba del capítulo quinientostrentayseis de aquel serial, y de aquella Maria Paula de Romanones y Castroviejo a la que, ché, tantas veses vimos con Victor Manuel de los Faisanes bajo la ventana, pará, comiéndoselo a besos.

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